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Primeros pasos

 

 
 
         A lo largo de la historia muchas personas han sentido la necesidad de volar; Ícaro, Leonardo Da Vinci, Orville y Wilbur Wright, De La Cierva son solo unos pocos de los conocidos que entregaron su existencia a un objetivo para ellos casi inalcanzable: volar.  Junto a ellos, millones de personas han sentido alguna vez unas irresistibles ganas de volar o al menos una profunda admiración por cualquier cosa que vuele.

 

         Después de explorar el espacio con cometas, globos, dirigibles y muchos inventos más, el 17 de diciembre de 1903, los Hermano Wright consiguen hacer volar una máquina más pesada que el aire. Comienza así una aventura que ha transformado a la humanidad y la ha permitido cumplir su sueño de dominar el Cielo.

  

         Volar hace unos años era solo posible para unos pocos privilegiados, gentes de negocios, militares o aventureros adinerados. Pero superada la II Guerra Mundial la aviación comercial permitió poco a poco que cualquiera pudiera coger un avión y viajar dando la vuelta al mundo en unas pocas horas.

 

         Años más tarde, el desarrollo de nuevos materiales y la tecnología dan origen a la aviación ligera. Al principio es solo apta para verdaderos apasionados al vuelo, pero poco a poco asequible a cualquiera. En la actualidad los ultraligeros son aviones capaces de volar a gran velocidad, cómodos y con un precio de operación asequible a cualquier bolsillo.

 

         Desde principios de los años 70 los aficionados a la aviación ligera han tenido que luchar contra la gravedad, contra la falta de medios, contra las administraciones que no han regulado de forma adecuada este deporte y contra la sociedad que no ha entendido que estos pilotos son, como los profesionales, los encargados por la humanidad para conquistar nuestra tercera dimensión.      

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